lunes, 27 de octubre de 2014

Viajero en su casa: Sergio Pitol y Juan Villoro conversan sobre traducción

Sergio Pitol y Juan Villoro

 Colegas:

Hace poco me regaló Javier Sigüenza un libro encantador de Juan Villoro, llamado Los once de la tribu: crónicas de rock, futbol, arte y más... (Punto de lectura, 2005). Reproduzco la parte que hace referencia explícita a la traducción de "El viajero en su casa", una entrevista que le hizo Villoro a Pitol en 1990, a poco de su regreso a México tras muchos años de cumplir funciones diversas por todo el mundo. La parte en que habla de la influencia que Faulkner (y los traductores de Faulkner) en su obra me recordó una nota de Guillermo Piro que apareció hace poco sobre la influencia de Michaux en Cortázar. Saludos,

Lucrecia



El viajero en su casa
Juan Villoro entrevista a Sergio Pitol

[...]

--- La traducción ha sido para ti una actividad sostenida, desde tus días en Pekín hasta Defensa, la novela de Nabokov que acabas de traducir. Durante un tiempo sólo traducías del polaco, de hecho fuiste el introductor a nuestro idioma de Brandys, Gombrowicz, Andrejewski.

--- Sí, pero en una ocasión fui a Barcelona, a entregar mi traducción de Cosmos, de Gombrowicz, y me preguntaron si no podía traducir un libro de Basani porque estaban a punto de perder los derechos si el libro no aparecía. Lo hice, me pidieron otro, y así me quedé en Barcelona como traductor. En realidad, fuera de Gombrowicz, eran pocos los autores polacos que les interesaban, además la censura española era brutal, había muchas cosas de Andrejewski que no se podían publicar, entonces empecé a hacer algunas traducciones del italiano y muchas del inglés: Jane Austen (la primera traducción de Emma), mucho de Henry James, Conrad, Ford Madox Ford (El buen soldado sigue siendo mi traducción favorita). Algunas traducciones las disfruté muchísimo y otras me cayeron en los huevos; a veces un libro te causa otra impresión al ser traducido. Hace poco traduje a Firbank; había leído casi todo Firbank en otra época, hace veinte o veinticinco años, y escogí Las excentricidades del cardenal Pirelli como novela de entrada a la lengua española, pero ahora Firbank me parece muy fechado, mucho menos excéntrico, el tiempo le ha dado en la torre a muchos de sus efectos.

--- ¿Crees en las traducciones literales, que tienen defensores tan notables como Kundera o Nabokov?

--- No. Soy partidario de las libertades, de buscar ante todo la aproximación a la lengua a la que traduces, sin traicionar a la obra. Hay literalidades que destruyen todo el efecto estético y están mucho más lejos del original que una traducción libre. Lo decisivo es encontrar la respiración del autor y hacer sentir esa respiración en español. Yo me tomo muchas libertades, por ejemplo con los nombres de flores y de pájaros. Las novelas inglesas están llenas de centenares de flores y yo todas las vuelvo rosas, claveles, camelias, ¡cuando mucho rododendros!

--- ¿Qué enseñanzas te dejó la traducción para tu obra?

--- Una enseñanza enorme. En la época en que traduje verdaderamente como galeote fue cuando más aprendí ciertos aspectos de construcción de la novela, qué cosas tienen que contrastar con otras, cuáles tienen que distanciarse para crear determinado efecto...

--- El traductor tiene algo de médium, ¿no temes escribir desde otra voz, ajena a la tuya?

--- Nunca le he temido a las otras voces. Uno de mis primeros cuentos, "Victorio Ferri cuenta un cuento", le debe mucho a Faulkner y a Rulfo. Otro, tal vez el primero que escribí, "Amelia Otero", según yo era una transcripción textual de las conversaciones de mi abuela y mis tías en sus épocas de Huatusco, antes de la Revolución; creí detectar las distintas voces de las personas que contaban la historia de una mujer que había sido infiel, había matado a su amante y luego se había encerrado de por vida. Años después descubrí que era casi una calca, no de conversaciones de mi abuela, sino de aquel cuento excepcional de Faulkner... el de la mujer que se encierra...

--- "Una rosa para Emily".

--- Ése. En las cosas que escribo siempre se filtran otras cosas.

--- Algunas de ellas me asombran. Según tú, El tañido de una flauta le debe mucho a Eric Ambler. Creo que sólo tú lo notas.

--- Ciertos bloques de construcción provienen de Ambler; la composición en distintos escenarios a los que llega el narrador en su pesquisa. Son cimientos que no se ven; la obra negra de una novela toma elementos de todo lo que has leído, lo que has tenido frente a los ojos, lo que has oído.

--- Tu prosa tiene un fraseo muy largo, un tanto inusual, ¿crees que le debe algo a tu contacto con otras lenguas?

--- No lo sé. En todo caso le debe algo a los traductores de Faulkner.

--- Además de los idiomas extranjeros, durante tus muchos años en la diplomacia te enfrentaste  a otro idioma, el de los télex, los oficios, los discursos, un idioma de encubrimiento...

--- Un idioma que parece castellano, pero no lo es del todo.

--- ¿Cómo te libraste del español oficioso?

--- No lo sé de cierto, pero quizás fue esto lo que me hizo buscar ciertas formas paródicas. Si hubiera seguido escribiendo como en mis primeras novelas, los personajes habrían terminado escribiendo como oficios: "Y asimismo le ruego a usted, con el tacto y la discreción que lo caracteriza." Tuve que crear un lenguaje paralelo, paródico, para vencer el contagio. De un idioma muerto, rígido, alejado de la realidad, surgió el lenguaje desaforado de El desfile del amor y Domar a la divina garza. Ahora que no tengo que contestar télex ni que redactar oficios he vuelto a un lenguaje mucho más convencional. Tal vez sea una perdida, tal vez sea limitante estar lejos de los deleites del télex.

[...]


La foto de hasta arriba es de Celia Álvarez, tomada de una nota aparecida en 2013 en la Revista de la Universidad de México: http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/articulo.php?publicacion=22&art=718&sec=Art%C3%ADculos

El cartón y la foto de abajo están tomados del artículo de José Homero, "Sergio Pitol: el revés del tiempo", publicado en La Jornada Semanal, donde aparecen sin créditos: http://www.jornada.unam.mx/2003/07/27/sem-pitol.html

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